Nota sobre Carlos Alonso para la revista Maserati

20.09.2020

CARLOS ALONSO

LA HUMANA REFRACCIÓN DE LA LUZ

Cuando la luz pasa de un medio transparente a otro se produce un cambio en su dirección, debido a la distinta velocidad de propagación que tiene en los diferentes medios materiales. A este fenómeno se le llama refracción. A éste fenómeno se le podría llamar también Carlos Alonso, por la enorme y saludable sensibilidad que porta, transitable para todo lo inherente al hombre y que preserva a través de la creación y de su manera de compartirla.

Reflejo devocional de sus maestros Lino Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino y Gómez Cornet, jamás dejó de ser un fruto iluminado a sol de campo, es un argentino construido, destruido, y vuelto a construir, como tanto argentino. De cosecha mendocina, nació en 1929 en Tunuyan, donde se instaló su padre Julián Alonso y su mamá Josefina Lisandrello. Cuenta Alonso por ahí, que en su casa no había cuadros, pero se sabe que había papas y comedores, gente pobre, campesina. En ese contexto desarrolla su más humana transparencia y refracta Alonso su manera de sentir y las cosas que le importan, en las formas que le gustan.

Abordar su trabajo es una experiencia conmovedora, es asistir a la entrega absoluta de un hombre a su naturaleza. Autodidacta agradecido por pertenecer a un generoso y humilde grupo de talentos que lo abrazaron como a uno más y lo nutrieron.

Sus series, sus etapas pictóricas, hablan de todo lo que podría hablar un hombre, de sus raíces en Los Inmigrantes, de la niñez en su Juguete Rabioso, de nuestra Argentina bipolar en lo ganado y lo perdido, la injusticia de su Sin pan y sin trabajo. El Quijote, Lección de anatomía, Mal de amores, el terror de las Manos Anónimas, La Guerra al Malón, Pintor Caminante.

Qué y cuanto habrán tenido que ver los comedores de papas del Tupungato de la infancia en su cariño y su emotiva cercanía a Vincent Van Gogh?

Alonso pinta la mesa de trabajo de Courbet, y esa entrega absoluta que alcanza hasta el último respiro de su Viejo pintor y que lo acerca Renoir. La línea de sus lápices parece transitar a gusto los surcos dejados en el arte por Egon Schielle. No parece ajeno a nada, y eso lo hace único y universal, capaz de recorrer de memoria las caras propias y pasearse arriesgando todo, tanto por sus cielos, como por sus infiernos, aferrado siempre al pincel que lo ha preservado de la locura y le ha cuidado las orejas.

Ha retratado a Rembrandt, a Lino, a Frida Kahlo, Rivera, a Pont Verges, Otto Dix, y se ha preguntado muchas veces acerca de su necesidad de apoyarse en obras, en artistas del pasado para seguir. Intuitivamente se emparenta en el mundo del arte como artista, donde habita y pertenece, donde la soledad acecha, y los claroscuros se tratan de la vida y de la muerte.

Lo han herido profundo, y ha pintado con sangre. Le han quitado vida y ha respondido con más vida. Le ha ido bien con el rechazo, tanto en la escuela primaria como en su primera, también determinante en su carrera, aproximación al Dante y a los infiernos, los que se tomó el arduo trabajo de recorrerlos todos. Italia ha sido origen y refugio para Alonso. Desde su primera visita en 1954, hasta el encuentro con su Dante, su exilio, y la paleta potentísima de su amor aterrorizado, que gracias a la poesía de Dante Alighieri regresó desde el infierno a la luz de los paisajes de Cachi, Salta.

Imposible contenerlo en el envase del color y de la forma, Carlos Alonso apeló para desplegarse cuanta técnica le fue posible: soportado por los papeles, el lienzo y la madera, se valió del dibujo, la pintura, el grabado, el collage, la escultura y la cerámica como sus lenguajes expresivos.

Óleo, acrílico, lápiz, tinta, acuarela, témpera, sanguinas, carbón, aguafuerte, litografía, fueron y son los vehículos que abordan a quienes visitan su obra. En los últimos años se ha expuesto con alegría y asombro. Se concretó el proyecto del Museo Carlos Alonso, en Gral. Villegas. Su muestra compartida de un juego plástico con su colega y amigo Guillermo Roux en la galería Ro. La maravillosa exposición "Vida de Pintor" que se vivió en el Museo Colección Fortabat en 2018, donde se vieron 45 pinturas y 50 dibujos, que probablemente se trasladen al Museo Nacional de Bellas Artes en 2019 a formar parte de la ya pautada retrospectiva, hablan de su vigor y su mano generosa, de su caudal artístico y su disposición a ser respuesta y respaldo para los artistas que en los próximos mil años, algo se pregunten, y necesiten contar con él.

Ricardo Fainerman

Lic. Peritaje y Valuación de Obras de Arte