Nota sobre Vito Campanella para la Revista Maserati
Vito Campanella
LA POETICA DE LAS FORMAS
Si Vito Campanella no hubiese sido un hombre tan sencillo, probablemente su obra no hubiese podido ser tan compleja, se habría quedado atascada, extraviada, y hubiese emergido en la tela, intoxicada por las imperfecciones del ego. Tuvo una cordial relación con su propia naturaleza y la del mundo que lo rodeó, lo que explica su cercanía a lo metafísico y surrealista.
Nacido en Monopoli, a orillas del Mar Adriatico, en el año 1932, hijo de un músico y librero, conoce al mundo en guerra a los 7 años que lo empuja a la construción del propio, imaginario, más amigable, mucho menos cruel que el que brotó en Europa después de 1939 y que lo exigió a verlo tal como nos lo muestra en su pinturas.
Genial interpretador del arte clásico, jamás se ha apartado de sus cánones y los ha honrado con respeto, técnica y buen humor. Campanella ha sido un entusiasta habitué de los más grandes museos del mundo a los cuales no solo ha visitado, sino respirado hasta nutrirse de ese oxígeno renacentista y barroco que le permitio llegar pintando hasta el ultimo día de su vida. Siempre la madera cercana a su paso y eterna, como la definiera él, admirador de su omnipresencia que lo recibe y lo mece al nacer, lo acoge en vida, y lo despide de este mundo. Él se ha abrazado a esa eternidad para trasladar torrencialmente su pensamiento metáfisico a su pintura surrealista, a través de su talento, su técnica, y una humildad conmovedora. Sus estudios de anatomía y plástica, su relación con el gran Giorgio De Chirico y su posterior paso por al taller que Salvador Dali tenía en Milan, definieron ese tránsito hacia el surrealismo. Observador maravilloso, inteligente, divertido, ha logrado que ningún tiempo le resulte ajeno, la madera ha sido generosa con él a traves de sus composiciones anatómicas, la gestualidad siempre sugerida por la veta y por el inmenso talento de ebanista y escultor que nos dio Vito; sus corceles, la exhaltación de un Rocinante que logra hacer de un Quijote un digno parteneire, sus icónicas piezas de ajedrez que esculpió y movió en la tela de manera laboriosa, haciendo el trabajo rudo que hace la peonada, los caballos y los alfiles que seguramente han trazado las diagonales de sus ritmos plásticos.
Leonardo, Rafael, Velazquez, Caravaggio, habitan la pintura de Vito Campanella cómodamente, se sienten a gusto en las manos del nuevo maestro, transitan los tiempos y se dejan plasmar con una técnica absolutamente inconfundible y un respeto sublime por el tratamiento del lienzo. Bocetaba sobre la tela Vito, a lápiz. Cada obra se ha llevado todo de sí, quien tiene un cuadro de Campanella se ha llevado todo de ese proceso, de ese tránsito creativo.
Sus etapas son definidas, mesuradas siempre en lo cuantitativo: Unicornios, Alquimia, Musicos cósmicos, Tarot, Lúdica, Mitología griega, Ajedrez, Misterios metafísicos, Centauros, Atavismos, Huevo, Martín Fierro, Grandes maestros, Recuerdos, La obra dentro de la obra, y discontinuidad dinámica son algunas. Jamás abandonó Campanella sus raices itálicas y renacentistas, su mundo imaginario construído en Monopoli, pero su sencillez le ha permitido seguir creciendo y brotando al trazo del pincel, y echó raíces donde estuvo. En Argentina, adonde arribó definitivamente en el año 1962, se nutrió de los más profundo de la cultura nacional, pintó el Martin Fierro, homenajeó a Astor Piazzola, y fue buen amigo y entusiasta colaborador de la obra del Padre Mario Pantaleo, donde se puede visitar y apreciar su generosa pintura del Angel Gabriel y una Madonna cósmica. Una de las aulas del Colegio Pantaleo lleva su nombre.
Su presencia en el mercado de arte argentino es periódica, de todas maneras no es frecuente hallar su obra fuera de algún exclusivo circuito de subastas y galerías de arte. Nadie que tenga el privilegio de poseer una de sus obras, de sus series más preciadas, está dispuesto a desprenderse facilmente de ellas. Asoman en exhibiciones previas a una subasta una o dos buenas obras de Campanella al año, en un mercado de treinta subastas anuales aproximadamente. Ha sido un artista plástico atravesado por la poesía de las formas, bendecido con talento; él le puso color y respeto a su trabajo, al cuál ha honrado y ha sido honrado por ello.
Por Ricardo Fainerman